viernes, 29 de mayo de 2009


El Frankenstein de Mary Shelley:
La misma Mary Shelley fue la primera en señalar su inmersión fortuita en las revoluciones literarias y científicas de su tiempo como la fuente de su novela Frankenstein. Su extremada juventud así como su sexo han contribuido a la difundida opinión de que no era tanto una autora por derecho propio sino un medio transparente a través del cual pasaban las ideas de quienes la rodeaban. “Todo lo que la Sra. Shelley hizo", escribe Mario Praz, “fue proveer una reflexión pasiva de algunas de las fantasías salvajes que estaban en el aire".
Las reflexiones pasivas, sin embargo, no producen obras literarias originales, y Frankenstein, a pesar de no ser una gran novela, es indiscutiblemente original. Debería haber pertenecido, dentro de la tradición romántica, a la “literatura de la superación": el súper-hombre rompe con las limitaciones humanas para desafiar las reglas de la sociedad e irrumpir en el ámbito de lo divino. En la historia de Fausto, la hipertrofia de la voluntad individual está simbolizada por un pacto con el diablo. Los héroes de Byron y Balzac, el Judío errante, el Prometeo encadenado: todos son superadores, todos son castigados por sus propios excesos, por una
exageración de la sensación, de la experiencia, del conocimiento y, más típicamente, por su destinación a la vida eterna.
Pero el “superador" de Mary Shelley es diferente. La exploración de Frankenstein de los límites prohibidos de la ciencia humana no causa la prolongación de su propia vida, sino la creación de una nueva. No desafía la mortalidad viviendo para siempre sino haciendo nacer.


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http://www.youtube.com/watch?v=tTNN5h8CG_Y